Día del Padre
En una catequesis dada el año 2014, el Papa Francisco dijo que un padre sabio diría a su hijo las palabras que, como obsequio a los padres en su día, me permito transcribir:
“Seré feliz cada vez que te vea actuar con sabiduría, y me emocionaré cada vez que te escuche hablar con rectitud. Esto es lo que quise dejarte para que se convirtiera en algo tuyo: el hábito de sentir y obrar, hablar y juzgar con sabiduría y rectitud. Y para que pudieras ser así, te enseñé lo que no sabías, corregí errores que no veías. Te hice sentir un afecto profundo y al mismo tiempo discreto, que tal vez no reconociste plenamente cuando eras joven e incierto. Te di un testimonio de rigor y firmeza que tal vez no comprendías, cuando hubieses querido sólo complicidad y protección. Yo mismo, en primer lugar, tuve que ponerme a la prueba de la sabiduría del corazón, y vigilar sobre los excesos del sentimiento y del resentimiento, para cargar el peso de las inevitables incomprensiones y encontrar las palabras justas para hacerme entender. Ahora, cuando veo que tú tratas de ser así con tus hijos, y con todos, me emociono. Soy feliz de ser tu padre”.
Con estas palabras, el Papa quería hacernos comprender que la primera tarea de un padre es formar a su hijo para que sea una persona de bien, un hombre o mujer lleno de sabiduría y que actúe con rectitud. Vale la pena recordarlo porque, en medio de un mundo cada vez más materialista, los padres corren el riesgo de pensar que lo mejor que pueden hacer por sus hijos es darles los medios para que tengan una buena carrera y puedan hacer dinero, olvidándose de que, como Jesús dijo a Satanás cuando éste lo tentó en el desierto: “no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). Lamentablemente, muchos padres de familia piensan que lo más importante en esta vida es el “pan”, es decir las seguridades materiales, y para darles eso a sus hijos trabajan jornadas larguísimas y pasan demasiado tiempo fuera de casa, con lo cual descuidan aspectos mucho más importantes de su misión como padres. De esa manera, los hijos carecen de una correcta figura paterna que les brinde una formación humana integral, en su unidad de cuerpo y alma. Así, no pocas veces terminan buscando la felicidad sólo en los bienes materiales, deseando poseer cada vez más cosas y a más personas, e incluso olvidándose de sus propios padres.
Gracias a Dios, existen también los padres que saben estar presentes en la familia. Aquellos que expresan su amor estando cercanos a su esposa y a los hijos, compartiendo con ellos las alegrías y las dificultades, los cansancios y las esperanzas. Padres que saben jugar con sus hijos y conversar con ellos. Padres que los ayudan a hacer las tareas del colegio y que los animan cuando experimentan las primeras decepciones afectivas. Padres que saben corregir con paciencia, algunas veces incluso sancionar, pero siempre perdonar con ternura. Padres que, sin ser controladores ni impositivos, saben estar informados de lo que hacen sus hijos y saben inculcar en ellos las virtudes. En este Día del Padre, pido a Dios que ilumine y bendiga a todos los padres de familia, para que sepan cumplir con la misión que les corresponde en el hogar y para que los hijos sepan siempre honrar a sus padres como corresponde.
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa