Un corazón para la Familia
El viernes pasado hemos celebrado la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, fiesta que destaca una importante devoción católica. Su fundamento bíblico se encuentra en la Encarnación del Verbo, en virtud de la cual la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo eterno de Dios Padre, asumió nuestra naturaleza humana y se unió a nosotros para siempre. Jesús de Nazaret es verdadero Dios y verdadero hombre y, como tal, tiene un corazón humano que nos ama con amor divino. Como escribió el papa Pío XII, el Corazón de Jesús es “símbolo legítimo de aquella inmensa caridad que movió a nuestro Salvador a celebrar, por el derramamiento de su sangre, su místico matrimonio con la Iglesia” (HA, 21). En este amor esponsal de Cristo no sólo se revela el amor eterno e incondicional de Dios para con los hombres, sino que también se revela la verdad sobre el matrimonio diseñado por Dios desde el inicio de la creación. Como dice el concilio Vaticano II, el matrimonio, incluso como institución natural, brotó del amor creador de Dios que lo dotó de varios bienes y fines (GS, 48).
Desde esta perspectiva se entiende que el papa san Juan Pablo II haya recomendado que en los hogares católicos se cultive la devoción al Sagrado Corazón y que las familias cristianas se consagren a Él; porque el corazón traspasado de Jesús es la fuente de la vida y del amor, que son los dos pilares capaces de sostener unida a la familia: el amor entre los esposos, que los lleva a hacerse una sola carne y estar abiertos al don de la vida, y el amor entre todos los miembros del hogar que los hace tener un solo corazón aun en la diversidad de personalidades y caracteres. De esta manera, los esposos cristianos se convierten en signo sacramental del amor fecundo entre Cristo y su Iglesia, y la familia pasa a ser una verdadera Iglesia doméstica en la que se comienza a experimentar la vida eterna y la comunión sobrenatural que Dios dona gratuitamente a quienes se acogen a Él aun en medio de sus limitaciones humanas.
Cuenta la historia que en el año 1673 nuestro Señor Jesucristo se le apareció a santa Margarita María de Alacoque y, entre otras cosas, le prometió bendecir los hogares donde se exponga y venere la imagen de su Sagrado Corazón. No se trata sólo de poner la imagen en algún lugar de la casa, sino también de venerarla en familia a través de la oración común y de la ayuda mutua para, encontrando en el mismo Jesús la fuerza y la alegría, seguirlo como verdaderos discípulos que no se contentan con escuchar su Palabra como oyentes olvidadizos sino que ponen cuanto está a su alcance para llevarla a la práctica en sus quehaceres cotidianos. Todos sabemos que la familia está hoy en crisis, lo que ocasiona grandes sufrimientos a los esposos y a los hijos y daña a la sociedad. En buena parte, esto se debe a que, como le dijo el mismo Jesús a santa Margarita, los hombres no sabemos apreciar el amor que Dios nos tiene sino que le solemos pagar con frialdad, indiferencia e ingratitud. Por eso, ahora que en Arequipa estamos celebrando el “Año de la Familia” quisiera animarlos a retomar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que hasta hace un tiempo estuvo muy difundida entre nosotros, en la seguridad de que Dios es fiel a sus promesas y bendecirá a los hogares que así lo hagan.
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa