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Corpus Christi

La semana que comienza celebraremos la solemnidad del Corpus Christi, una de las fiestas más bonitas y significativas de la Iglesia porque, después de celebrar la Santa Misa,  la hostia consagrada es llevada en procesión por las calles para que los fieles podamos adorar a Jesús con júbilo y, al mismo tiempo, ser bendecidos por su presencia activa en medio nosotros. La fe nos dice que en esa hostia está realmente presente Cristo, en su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad y, justamente por eso, la devoción eucarística es la principal devoción de la Iglesia y los católicos celebramos esta fiesta con la alegría de saber que la presencia de Jesús en la Eucaristía es el signo eficaz del cumplimiento de la promesa que Él mismo nos hizo cuando dijo a sus apóstoles que estará con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (Mt 28,20).
 
Como hace algún tiempo explicó el entonces cardenal Ratzinger, después Papa Benedicto XVI, los elementos que mejor explican la celebración litúrgica del Corpus Christi son: estar en pie delante del Señor, caminar con el Señor y arrodillarse ante el Señor (Homilía, 25.5.1978). Estos tres elementos, sin embargo, no hacen referencia sólo a nuestra relación personal con Jesús, sino también a la mutua relación entre sus fieles que, en forma conjunta, conformamos el Cuerpo Místico de Cristo y somos el Pueblo de Dios. En efecto, la celebración de la Eucaristía no es un hecho privado sino una celebración comunitaria. Al estar de pie delante del Señor, estamos también de pie uno al lado del otro; comulgamos de un único pan y, al hacerlo, somos introducidos en un único centro que es Cristo y, con ello, como comunidad pasamos a ser un organismo viviente, el cuerpo visible de Jesucristo resucitado. Del mismo modo, durante la procesión del Corpus Christi todos caminamos con el Señor y detrás de Él; y, en este caminar, Jesús nos guía para que caminemos también cada uno hacia el otro, hacia aquel con quien Cristo nos ha hermanado. Es decir, no podemos caminar realmente con Jesús, si no caminamos con los hermanos. O, dicho de otra manera, en la medida en que caminamos hacia Jesús  caminamos hacia el hermano, hacia el prójimo, hacia aquel que tenemos al lado y hacia aquel que nos necesita y en quien está también presente el Señor. Finalmente, nos arrodillamos ante Jesús presente en la hostia consagrada y lo adoramos en respuesta a su grande amor para con nosotros. Ese amor que lo ha llevado a inclinarse hacia nosotros para asumir nuestra naturaleza humana, morir en la cruz para el perdón de nuestros pecados y para abrirnos el Cielo a fin de que podamos ser glorificados con Él por toda la eternidad. Postrarnos ante el Señor es, entonces, el signo externo de la libertad que hemos alcanzado al ser rescatados por Cristo de la esclavitud del pecado y de la muerte.
 
Estos son algunos aspectos de la celebración que tendremos este jueves, 15 de junio, de 6:00 a 8:00 p.m., en el atrio de la Catedral de Arequipa, a la cual los invito a participar. Y como en nuestra Arquidiócesis estamos celebrando el Año de la Familia, los invito a no venir solos sino trayendo consigo a sus familiares y amigos, para que, juntos, puedan experimentar la alegría del encuentro con Jesús presente en la Eucaristía.
 
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa