Jornada de la Paz
Instituida por el papa Pablo VI en el año 1968, cada 1 de enero la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz. De esa manera, los católicos comenzamos el año pidiendo a Dios y haciendo presente al mundo nuestro deseo de que la paz caracterice la vida actual de los pueblos y la historia futura de la humanidad. En su mensaje para la jornada de este año 2018, el papa Francisco ha querido atraer nuestra atención hacia los refugiados y los migrantes. Según nos dice el papa, se calcula que en la actualidad hay 250 millones de migrantes en todo el mundo, de los cuales más de 22 millones son refugiados. Ante esa realidad, el Santo Padre nos recuerda la urgencia de acoger a esos hermanos nuestros que por diversas razones se han visto obligados a dejar su lugar de origen y a emprender un viaje que, en no pocas ocasiones, implica incluso poner en riesgo su propia vida. Es una llamada que llega hasta nosotros hoy, cuando tenemos una alta responsabilidad con los miles de hermanos nuestros de Venezuela que están llegando al Perú empujados por la crisis que se vive en su país.
Sin perjuicio de ello, esta Jornada Mundial por la Paz es también una ocasión propicia para pedir por la paz en nuestro Perú. Todos somos testigos de la difícil situación por la que está atravesando el país, debido sobre todo a la polarización entre diversas posiciones políticas. Como ciudadanos peruanos, todos tenemos derecho a estar de acuerdo o no con las decisiones que en los últimos días se han tomado en el Congreso o en la Presidencia de la República. Tenemos derecho también a expresar nuestra posición al respecto, incluso a través de manifestaciones públicas o por las redes sociales. Pero si nuestro deseo es cooperar en la construcción del bien común de la nación, no debemos olvidar que eso sólo se conseguirá en la medida en que aprendamos a discrepar en un ambiente de paz, sin insultar ni descartar a quienes no piensan como nosotros. Sólo acogiendo al otro en su diversidad e intentando comprender sus razones, y no sólo cerrándose cada uno en las suyas, es como podremos encontrar el camino para alcanzar el verdadero desarrollo humano integral que merece nuestro Perú.
Como escribió el beato Pablo VI en su mensaje para la primera Jornada Mundial por la Paz: “La paz se funda subjetivamente sobre un nuevo espíritu que debe animar la convivencia de los pueblos, una nueva mentalidad acerca del hombre, sus deberes y sus destinos”. Para los cristianos, esa nueva mentalidad deriva del Evangelio y de ese nuevo espíritu que, al nacer en Belén, Jesús ha introducido en el mundo. Jesús es nuestra paz. Aspirar a la paz requiere que las relaciones entre los ciudadanos y entre estos y los gobernantes esté basada en la sinceridad, la justicia, la libertad y el amor. Nada más lejos de los cristianos que promover el odio, la división, la violencia o la venganza. En estos días de Navidad recurramos a Jesús, Príncipe de Paz, sabiendo que sólo en la medida en que vivamos en comunión con Él podremos vivir en comunión con los demás. Pidámosle que en el año que comienza nos dejemos llevar por sus palabras: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9).
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa

