AREQUIPA: VILLA HERMOSA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNTA
Han pasado 485 años desde la fundación española de nuestra querida Arequipa, un 15 de agosto, día en que la Iglesia celebra la fiesta de la Asunción de la Virgen María, es decir, cuando terminado el curso de su vida en la tierra, María fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo. Celebrar el aniversario de nuestra ciudad, entonces, es también ocasión propicia para levantar los ojos y el corazón a la Santísima Virgen María, ya que Dios ha querido confiarnos a su cuidado desde el mismo momento en que nuestra ciudad fue fundada con el nombre de “Villa Hermosa de Nuestra Señora de la Asunta”. Gracias a ese acompañamiento maternal de María, desde sus orígenes la comunidad arequipeña se ha caracterizado y se sigue caracterizando por su identidad católica, lo que le ha valido el apelativo de “la Roma del Perú”.
La asunción de la Virgen María en cuerpo y alma al cielo es el culmen de una vida totalmente abierta a la voluntad de Dios, como dan testimonio las palabras con las que la Virgen respondió al arcángel Gabriel cuando le anunció que Dios la había elegido para ser la madre de Jesús: «He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Fue esa disponibilidad de María a que se realice el plan de Dios —el diseño de Dios para con ella y la humanidad— lo que hizo posible que Dios mismo se hiciera hombre en su seno y diera su vida para salvarnos del pecado y la muerte eterna. En este sentido, la Madre de Jesús «es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro» (Lumen Gentium, 68). Es también icono de la vida cristiana, porque lo propio del cristiano es justamente el deseo de hacer la voluntad de Dios y de que se cumpla su diseño benevolente a favor de la humanidad.
Narran los evangelios que una vez que Jesús estaba predicando en un lugar abierto, una mujer dijo en alta voz: «Bendito el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron», haciendo referencia naturalmente a la mamá de Jesús, a lo que Él respondió: «Benditos, más bien, los que escuchan la palabra de Dios y la guardan» (Lc 11,27-28). Narran también que, en otra ocasión en que estaba predicando en un recinto cerrado, le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren verte», y Jesús, mirando a los que lo escuchaban sentados a su alrededor, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,31-35).
Escuchar a Jesús, que es la Palabra eterna de Dios, y acogerlo en nuestra vida, es el primer paso para que el mismo Jesús comience a habitar en nosotros y, desde dentro, nos capacite para hacer la voluntad de Dios, haciéndonos partícipes de su vida divina sobre la cual el pecado y la muerte no tienen poder. En estos días de fiesta, le damos gracias a Dios por habernos puesto bajo la custodia de su Madre desde el mismo momento de la fundación de nuestra ciudad, y le pedimos a María, la Virgen Asunta, nuestra Mamita de Chapi, que nos conceda las gracias necesarias para acoger siempre la Palabra de Dios y ver así cómo esa Palabra se va realizando en nuestra vida, hasta llevarnos con Ella al cielo.
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa
17.VIII.2025

