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AREQUIPA: CASA Y ESCUELA DE COMUNIÓN

En el mes de agosto, Arequipa se viste de fiesta. Los que nos sentimos arequipeños, sea por haber nacido acá o, como es mi caso, por descender de arequipeños y llevar esa sangre en las venas, o simplemente por haber sido acogidos en esta bella Arequipa, celebramos el 484° aniversario de la fundación española de nuestra blanca y heroica ciudad. Son días propicios para renovar nuestro amor por esta tierra y nuestra autocomprensión como pueblo porque, junto con la grandeza de ser arequipeños, nos toca una no menos grande responsabilidad que deriva de aquello que es Arequipa en el ámbito nacional e internacional.

En primer lugar, hemos de ser conscientes de que Arequipa forma parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad. No son muchas las ciudades que gozan de este reconocimiento internacional. Son poco más de doscientas en todo el mundo y nosotros formamos parte de una de ellas. Esto constituye un honor y una responsabilidad, porque nos corresponde no sólo gozar de la belleza de nuestra ciudad, que cautiva a cuantos nos visitan, sino también la tarea de preservar lo mejor posible este patrimonio que hemos recibido gratuitamente de nuestros antepasados, de modo que podamos entregarlo también gratuitamente a las próximas generaciones. Conviene entonces que cada uno se pregunte cómo trata a esta bella ciudad de Arequipa en la que nos ha tocado vivir. ¿Mantenemos la limpieza en las calles, cuidamos el ornato, damos el debido mantenimiento a los inmuebles, preservamos las áreas verdes, conducimos los vehículos con cuidado, evitamos la contaminación visual, sonora y medioambiental en general?

En segundo lugar, Arequipa siempre ha sido ejemplo de amor a la patria y defensa de la democracia, cuna de grandes hombres y mujeres que han aportado mucho en las distintas dimensiones de nuestra vida republicana, gracias a los principios y valores morales y cívicos que la han caracterizado. Arequipa no es sólo un lugar geográfico o un patrimonio inmueble, es un pueblo que, desde su propia historia e identidad local, ha sabido ser parte activa en la vida de nuestro Perú. Un pueblo no es una realidad estática sino una comunidad dinámica, así como una cultura no es la mera repetición de las mismas costumbres. La identidad de un pueblo se forja día a día, gracias a la creatividad de las nuevas generaciones que construyen a partir de aquello que han recibido de la generación anterior.

Lugar geográfico y comunidad de personas, Arequipa está en un proceso constante de cambio, causado en parte por el alto porcentaje de la población que ha venido de otros lugares del Perú, especialmente del sur andino. Nuestro futuro depende, en gran parte, de la capacidad que ellos tengan de asimilar nuestros principios y valores, así como de apreciar nuestra identidad local; pero también depende de la capacidad que nosotros tengamos de acogerlos a fin de que no se sientan meros habitantes de un lugar ajeno. Pidámosle a la Virgen María, en cuya fiesta de la Asunción se fundó nuestra ciudad, que Arequipa sea una casa y escuela de comunión, en la que todos vivamos unidos en la búsqueda del bien común.

+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa