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LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO

El 27 de junio la Iglesia celebra a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, una advocación mariana difundida a nivel mundial. En Arequipa, la fiesta se celebra de manera muy especial en el templo de San Agustín, del centro histórico de nuestra ciudad, y también en la parroquia que lleva ese nombre mariano, en el distrito Mariano Melgar. Se dice que el original de la imagen a que se refiere esta advocación fue pintada por el evangelista san Lucas y estuvo en Constantinopla hasta mediados del siglo XV, en que fue destruida cuando los sarracenos conquistaron la ciudad. Algunos siglos antes, un autor anónimo habría reproducido la bella imagen, que después terminó en manos de un comerciante devoto en la isla de Creta y de ahí fue trasladada a Roma para salvarla de la invasión musulmana. Una vez en Roma, la pintura estuvo en la iglesia de San Mateo, hasta que ésta fue destruida por el ejército de Napoleón en el año 1798. Salvada la pintura por un monje agustino, algunas décadas después el Papa Pío IX confió a los Padres Redentoristas su cuidado y la propagación de su devoción.

La imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro nos presenta a la Virgen María, al Niño Jesús y a los arcángeles san Miguel y san Gabriel, uno a cada lado del icono, que le muestran a Jesús los instrumentos de su pasión. Turbado al ver la cruz y los clavos, el Niño se coge de la mano derecha de su Madre, mientras ésta lo sostiene con la izquierda. Podemos decir que esta bella imagen nos muestra uno de los principales aspectos de la misión que Dios confió a María. Así como Ella llevó y sostuvo a Jesús en su seno, y lo sostuvo también en las necesidades que, como todo hombre, pasó durante su niñez y adolescencia, lo sostuvo también en la Cruz con su presencia maternal y sus oraciones. ¡Qué imagen más perfecta del Amor! Jesús, negándose a sí mismo, totalmente entregado a su Padre, y María, su Madre, con el corazón traspasado por una espada de dolor, sosteniendo a su Hijo en el sacrificio pascual de nuestra salvación y, en ese mismo instante, acogiéndonos a nosotros como hijos suyos.

La devoción a la Virgen del Perpetuo Socorro responde a la experiencia de las comunidades cristianas de todos los tiempos y lugares. María jamás ha dejado de velar sobre la Iglesia de Cristo, de modo que a los cristianos nunca nos ha faltado su protección maternal. En el transcurso de nuestra vida terrena, a todos nos toca atravesar etapas de sufrimiento y pasar por alguna necesidad, sea material, moral o espiritual. Muchas veces queremos solucionar los problemas con nuestro solo esfuerzo y nos olvidamos de recurrir a María, nuestra Madre. ¡Cuántas madres sufren al ver que sus hijos se apartan del buen camino! ¡Cuántos hijos sufren por la separación de sus padres! ¡Cuántas veces sufrimos a causa de la enfermedad o la incomprensión! Cuando nos encontremos en esas situaciones que humanamente no podemos resolver, recordemos que, así como María sostuvo a Jesús en la Cruz, también está dispuesta a sostenernos en los momentos de dificultad y a socorrernos para que, en esas circunstancias en las que parece que no hay salida, podamos encontrar esa salida en Dios.

+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa