HOMENAJE A LOS MAESTROS
El Día del Maestro, que en Perú se celebra el 6 de julio de cada año, es ocasión propicia para recordar con gratitud a los profesores y profesoras que dejaron una huella buena en nuestra vida y rendir homenaje y agradecer a aquellos que siguen impactando favorablemente en la vida de millones de alumnos que hay en nuestro Perú. Hombres y mujeres que dan lo mejor de sí en las aulas en las que la mayoría de los peruanos pasamos al menos 12 años, desde inicial hasta quinto de secundaria, y que otros pasan más años, sea estudiando en un CETPRO, un instituto superior o universidad. A nivel nacional, son más de medio millón de docentes que participan en la educación de las nuevas generaciones de peruanos, muchas veces en situaciones muy precarias, en escuelas cuya infraestructura es mínima, cuyos alumnos llegan muy cansados porque tienen que recorrer largos trayectos desde sus casas o tienen graves dificultades de aprendizaje debido a la falta de una adecuada nutrición en sus primeros años de vida o a otras situaciones por las que atraviesan en sus hogares.
La educación es un proceso multidimensional, cuya principal finalidad es la formación de la persona humana en orden a su fin último, es decir la vida eterna, y a su vida en este mundo que incluye su participación en el bien común de la sociedad. Como lo denota la raíz latina del verbo “educar”, la educación implica un doble movimiento: por un lado, instruir al educando, transmitirle conocimientos, técnicas, habilidades, principios, valores, etc.; por otro lado y al mismo tiempo, brindarle los medios y crear las circunstancias para que salga a flote toda la potencialidad física, espiritual, moral e intelectual que como ser humano tiene dentro de sí, de modo que pueda alcanzar un desarrollo humano integral. Una buena educación no consiste solo en transmitir conocimientos que los alumnos tienen que memorizar. Ni siquiera consiste solamente en transmitir información. Una buena educación incluye la formación del educando en sus diversas dimensiones y requiere una relación dinámica entre los educadores y los educandos, relación que está a llamada a darse en el seno de la comunidad educativa que debe incluir necesariamente a la familia.
Desde esa perspectiva integral, la vocación a ser maestro es, en primer lugar, una llamada al amor, porque la educación es un acto de amor que, en el caso de los maestros, consiste en colaborar con los padres de familia en la educación de sus hijos y colaborar con la sociedad en la formación de los futuros ciudadanos. Probablemente todos recordemos incluso los nombres y apellidos de los profesores que no sólo nos enseñaron alguna asignatura sino que, con su cercanía, amistad y consejos participaron en nuestra formación como personas. A ellos, y a los que lo siguen haciendo a favor de las nuevas generaciones, va nuestro homenaje y reconocimiento.
Dios bendiga a nuestros maestros y maestras, así como a sus familias que los acompañan en esta vocación que conlleva no pocos sacrificios, y bendiga también a los alumnos, de modo que todos juntos podamos hacer del Perú un país cada vez más unido, más próspero, solidario e inclusivo.
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa