ARTESANOS DE FRATERNIDAD Y PAZ
Este domingo IV de Pascua, llamado también “del Buen Pastor”, celebramos la 61ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que, como nos recuerda el Papa Francisco en su mensaje para esta ocasión, «está dedicada a la oración para invocar del Padre, en particular, el don de vocaciones santas para la edificación de su Reino». Vocaciones a los distintos estados de la vida cristiana: matrimonios de los cuales puedan nacer más niños que sean educados en la fe católica y así la Iglesia siga creciendo de generación en generación; vocaciones a la vida religiosa para que las congregaciones sigan haciendo mucho bien, desde los monasterios de clausura que se dedican a rezar por toda la humanidad hasta comunidades de vida consagrada que llevan colegios, centros de salud, orfanatos, asilos para ancianos, albergues para personas en situación de abandono y muchas otras obras de caridad; y vocaciones al ministerio sacerdotal, sin el cual la Iglesia no podría subsistir. Pensemos qué sería de nosotros sin sacerdotes a través de los cuales el mismo Jesús celebra para nosotros la Misa y nos alimenta con su Palabra, su Cuerpo y su Sangre; sacerdotes mediante los cuales también el mismo Jesús perdona nuestros pecados en el sacramento de la Confesión, nos da la Unción de Enfermos cuando la necesitamos y el Viático cuando nos toca partir de este mundo.
Con cuánta razón dijo Jesús: «La mies es abundante y los obreros pocos; rueguen, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Lc 10,2). Pidámosle al Señor que siga suscitando vocaciones en su Iglesia, y pidámosle también que todos los cristianos estemos atentos a su llamada y dispuestos a participar en su diseño de amor y a hacer presente, con nuestras palabras y obras, la belleza del Evangelio; porque, como dice el Papa en su mencionado mensaje: «Nuestra vida se realiza y llega a su plenitud cuando descubrimos quiénes somos, cuáles son nuestras cualidades, en qué ámbitos podemos hacerlas fructificar, qué camino podemos recorrer para convertirnos en signos e instrumentos de amor, de acogida, de belleza y de paz en los contextos en que cada uno vive».
En la Iglesia no hay miembros de primera categoría, de segunda o de tercera. Todos somos igualmente llamados por Dios para participar en la edificación de su Reino en este mundo. Pidámosle, pues también, que nos conceda un corazón sincero y generoso, para que estemos dispuestos a ponernos cada día en camino para descubrir cada vez más su amor y llevarlo a los demás para la salvación del mundo. Si lo hacemos así, como dice el mismo Papa Francisco en su mensaje, nuestro caminar en esta tierra no será «un cansarse sin sentido o un vagar sin rumbo», sino que nos convertiremos en peregrinos de esperanza en medio de tantas personas que sufren a causa del pecado que genera pobreza, guerras, migraciones forzadas, explotación, corrupción, violencia y todo tipo de injusticias y crímenes. Acojamos las palabras con las que el Papa termina su mensaje: «¡Levántense!...salgamos de la indiferencia…apasionémonos por la vida…llevemos anuncios de alegría y seamos artesanos de fraternidad y de paz».
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa