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La puerta de acceso a Dios

Dios es amor y, movido por ese amor, creó al hombre para compartir con él su vida divina. Lamentablemente, a través de diversas mentiras el demonio hace que el hombre dude del amor de Dios y, por tanto, no acoja los medios a través de los cuales Dios quiere llevarlo a participar de su divinidad. Aún más, el demonio hace creer al hombre que para ser feliz debe emanciparse de Dios o, dicho en otras palabras, ser dios de sí mismo. En Jesús de Nazaret, Dios vino al mundo para dar su vida por nosotros y, de esa manera, demostrarnos que realmente nos ama. “Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos”, dijo Jesús. En la Cruz, Jesús ha pagado por nuestros pecados y nos ha librado de la eterna condenación de no llegar a ser divinizados. El Papa Francisco nos recordó en alguna ocasión que, en su muerte y resurrección, Jesús ha abierto definitivamente la puerta para unir a Dios con el hombre. En efecto, en ese ser histórico que es Jesús de Nazaret, Dios se ha unido de un modo definitivo y eterno con el ser humano; porque Jesús de Nazaret tiene naturaleza divina y naturaleza humana, es decir que en su persona Dios se ha unido para siempre al hombre, a todos los hombres y a todo lo verdaderamente humano.

Ahora bien, lo que ha hecho en Jesús de Nazaret, Dios lo quiere hacer también en cada uno de nosotros. Dios quiere habitar en nuestra naturaleza humana. Cristianos son aquellas personas en cuya naturaleza humana habita la vida divina. Muchos creen que el cristianismo consiste en cumplir innumerables leyes y mandamientos que, en definitiva, son insoportables para un ser humano. Eso no es cierto. El cristianismo consiste, fundamentalmente, en abrirnos al amor de Dios y dejar que Él entre en lo profundo de nuestro ser y haga de nosotros una nueva creación que quede liberada de la ley del pecado y de la muerte.

Lamentablemente, los hombres tendemos a cerrarnos en nosotros mismos y a cerrar la puerta que Jesús ha abierto para comunicarnos con Dios. Esa puerta, dijo el Papa, es la Iglesia. Mediante ella Dios nos quiere divinizar a través de su Palabra, contenida en las Sagradas Escrituras, así como a través de los sacramentos y el testimonio de la fe que actúa por la caridad. Así, la Iglesia quiere ser esa puerta abierta para que los hombres, al pasar por ella, sean divinizados y alcancen la plenitud del ser para el que han sido creados.

Por eso conviene que nos preguntemos ¿cómo estamos viviendo nuestra relación con Dios? ¿Escuchamos su Palabra? ¿Leemos la Biblia, al menos de cuando en cuando? ¿Participamos en la Misa? ¿Nos confesamos periódicamente? ¿Realizamos alguna obra de caridad? ¿Pensamos en los demás? La Palabra de Dios, los sacramentos y la caridad son los medios que Dios nos da para que nos encontremos con Él a través de la Iglesia que es la puerta mediante la cual tenemos acceso a la vida divina. ¡No nos cerremos esa puerta!

+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa