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A los enfermos, con amor

El mensaje del Papa Francisco para la 32ª Jornada Mundial del Enfermo, que celebramos este domingo, comienza recordándonos que «Dios, que es amor, creó al ser humano para la comunión, inscribiendo en su ser la dimensión relacional». En efecto, las palabras del libro del Génesis son claras: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza», dijo Dios, y así nos creó (Gen 1,26-27). Dios es comunión de personas: tres personas distintas, pero un solo Dios verdadero, nos enseñaban de pequeños en el catecismo. Y así como esas tres personas distintas – el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo – viven en permanente relación, también nosotros los hombres – varones y mujeres – tenemos inscrita en nuestra naturaleza la llamada a vivir en relación. Por eso, como afirma el Papa, «la experiencia del abandono y la soledad nos asusta, es dolorosa e, incluso, inhumana».

Lamentablemente, son cada vez más las personas que experimentan ese abandono por parte de sus seres queridos, y en general de la sociedad, especialmente cuando padecen alguna enfermedad grave. Es uno de los frutos podridos de una autocomprensión del hombre que se va extendiendo cada vez más y que lo reduce a su dimensión material e intramundana. Según esa visión, la persona ya no vale por el simple hecho de existir sino por aquello que posee y puede aportar a los demás. Así, en la nueva pseudocultura que se va globalizando, cada vez hay menos espacio para los pobres, los débiles, los niños por nacer, los enfermos incurables y los ancianos. No es por casualidad que en las últimas décadas haya aumentado de modo alarmante el número de abortos y suicidios juveniles, y en sociedades que se consideran “desarrolladas” también la cantidad de personas que piden la eutanasia o el suicidio asistido. Muchas de estas lo hacen porque se les ha hecho creer que son una carga para la familia y la sociedad…y se sienten solas y abandonadas.

De ahí que, con toda razón, el Papa Francisco nos llama a cuidar de modo especial a los enfermos y nos explica que «cuidar al enfermo significa, ante todo, cuidar todas sus relaciones: con Dios, con los demás – familiares, amigos, personal sanitario –, con la creación y consigo mismo». Cuando estamos enfermos es cuando más necesitamos de la cercanía y el amor de los demás, y también de unirnos más a Dios a través de su Hijo Jesucristo. Por un lado, «además de los cuidados médicos, lo que necesita el enfermo es el amor, el calor humano y sobrenatural, con el que pueden y deben rodearlo todos aquellos que están cercanos, padres e hijos, médicos y enfermeros» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Iura et Bona, 5.V.1980, 2). Al mismo tiempo, el enfermo necesita experimentar la presencia y el amor de Dios a través de su Palabra, la gracia de los sacramentos y la cercanía de la Iglesia. Por eso, quisiera hacer un llamado a quienes tienen en casa a algún enfermo o anciano que no puede acudir a su parroquia: avísenle al párroco o a algún sacerdote que conozcan, para que lo visiten él y los agentes pastorales de salud de la parroquia. Hagamos nuestra la mirada compasiva de Jesús y, ante la “cultura del descarte”, «hagamos crecer la cultura de la ternura y la compasión», como nos pide el Papa.

+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa