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El signo del pesebre

Al comenzar este tiempo de Adviento, el Papa Francisco ha publicado la carta apostólica titulada “El hermoso signo del pesebre”, a través de la cual nos alienta a continuar con “la hermosa tradición de nuestras familias que, en los días previos a la Navidad, prepara el nacimiento, como también la costumbre de ponerlo en los lugares de trabajo, en las escuelas, los hospitales, las cárceles, las plazas”. Como bien nos dice el Papa, armar el nacimiento nos ayuda a ponernos espiritualmente en camino para ir al encuentro de Dios, que ha querido unirse a nosotros para que también nosotros podamos unirnos a Él. ¡Cuántos de nosotros recordamos con alegría los días en que preparábamos en familia el nacimiento! Era como el primer anuncio de que la Navidad estaba cerca y que el Niño Jesús venía nuevamente a nuestras vidas y a nuestros hogares. Con toda razón nos dice Francisco: “Espero que esta práctica nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada”. Unido a este deseo de nuestro Papa quisiera pedir a todos que no nos dejemos distraer en exceso por todos los quehaceres que se acumulan a fin de año y que, aun en medio de ellos, nos demos un tiempo para armar el nacimiento en familia e ir explicando a los niños el sentido de cada una de las imágenes que lo conforman.

Así, por ejemplo, las figuras de los ángeles hacen resonar en nosotros la alegre noticia de que en Belén nos ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor (Lc 2,11). Los pastores y los magos de Oriente que, dejándolo todo y guiados por la estrella van a ver a Jesús, nos exhortan a no buscar nuestra seguridad en los bienes materiales ni dejarnos engañar por tantas propuestas efímeras de felicidad, sino ir a lo esencial, que es la salvación que Dios nos ofrece a través de la sencillez de este Niño nacido en un pesebre, el único capaz de “devolverle a nuestra vida y al mundo su esplendor original”. Por su parte, la imagen de la Virgen María “que contempla a su hijo y lo muestra a cuantos vienen a visitarlo…hace pensar en el gran misterio que ha envuelto a esta joven cuando Dios ha llamado a la puerta de su corazón inmaculado”, y nos anima a abrir también la puerta de nuestro corazón a Jesús para que, transformados por su amor y su ternura, lo podamos compartir con los demás y así, juntos, caminar “hacia un mundo más humano y fraterno, donde nadie sea excluido ni marginado”. No por último, la presencia de san José “que nunca se cansa de proteger a su familia”, nos recuerda que somos parte de la familia de Dios, que tampoco se cansa de protegernos, y con ello nos recuerda también la importancia de confiar siempre en Él y hacer su voluntad.

Finalmente, nos dice el Papa, “el corazón del pesebre comienza a palpitar cuando, en Navidad, colocamos la imagen del Niño Jesús”. ¡Cómo olvidar los sentimientos que, en nuestro corazón infantil, brotaban ante esa imagen! De algún modo percibíamos la presencia de Dios en nuestras vidas, nos sentíamos seguros de su amor y brotaba en nosotros el deseo de ser mejores. “Estos recuerdos, termina diciendo el Papa, nos llevan a tomar nuevamente conciencia del gran don que se nos ha dado al transmitirnos la fe; y al mismo tiempo nos hacen sentir el deber y la alegría de transmitir a los hijos y los nietos la misma experiencia”.

+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa