+51·54·214778   comunicaciones@arzobispadoarequipa.org.pe

Historia

“La Villa Hermosa de Nuestra Señora de la Asunta” o de la Asunción del valle de Arequipa fue fundada con toda solemnidad por don Garcí Manuel de Carbajal el 15 de agosto de 1540, después de celebrarse una misa Te Deum. Entre los frailes y demás fieles presentes, se encontraba el padre Rodrigo Bravo, primer párroco y luego vicario, nombrado además apoderado y protector de los naturales de la villa. El fundador plantó la cruz en el lugar donde se levantaría el templo mayor. Con este acto la Villa Hermosa de Arequipa fue parroquia perteneciente al Obispado del Cuzco, dedicada inicialmente al Señor San Pedro. Geográficamente hablando, fue enorme la extensión del Obispado del Cuzco en los inicios de la conquista española.
 
Dada la importancia que rápidamente fue adquiriendo, por Cédula Real, a petición de los vecinos, el rey Carlos V de España concedió a la villa el título de ciudad el 22 de setiembre de 1541. Rápidamente la región se fue poblando y fue evidente que el obispado del Cuzco no podía atender adecuadamente las necesidades espirituales y civiles de los fieles Se efectuaron repetidas gestiones para conseguir la separación del Cuzco, empezando con el pedido que la población hace al virrey Toledo y a sus sucesores. Luego de un buen tiempo, el rey Felipe III solicita al Santo Padre la división del Obispado del Cuzco. Así, el Papa Paulo V, mediante Bula fechada en Roma del 20 de julio de 1609 y el Breve del 06 de enero de 1612, autoriza que se proceda a la “nueva demarcación” (trazado de límites), separando a Arequipa de la diócesis cuzqueña.
 
Corresponde al virrey don Luis de Velasco, Marqués de Salinas, promulgar el Auto del 17 de octubre de 1613, dividiendo el nuevo obispado y deslindándolo del Cuzco. El Pontífice nombró a fray Cristóbal Rodríguez y luego al fray Juan de las Cabezas Altamirano como obispos, pero ninguno de ellos pudo llegar a la ciudad de Arequipa por fallecer en el camino. Ante ello, fue nombrado el agustino Fray Pedro Perea que vino a ser el primer obispo de la nueva diócesis, quien inmediatamente se interesó en construir la Catedral y el Seminario. Habiendo ya obispo, el templo dejó de ser la Iglesia Mayor y pasó a la categoría de “Catedral”, lo que motivó a Monseñor Pedro Perea a levantar un templo digno para su ciudad.
 
Cuando se autorizó el nuevo obispado de Arequipa, el territorio comprendía la ciudad de Arequipa y su entorno, la ciudad de San Marcos de Arica, la provincia de Tarapacá hasta el río Loa (hoy Chile), los Collaguas (El Colca), los Ubinas, Condesuyos, Vítor, Camaná, Moquegua y Nazca. Esa delimitación inicial ha ido cambiando paulatinamente. El corte mayor sufrido fue la pérdida de Arica y Tarapacá con motivo de la Guerra del Pacífico a finales del siglo XIX.
 
El 19 de setiembre de 1940, el Papa Pío XII elevó a la categoría de Basílica Menor a la Iglesia Catedral de Arequipa, en el contexto del Congreso Eucarístico que se realizaba por primera vez en esta ciudad, con asistencia de las principales autoridades religiosas, como el Nuncio Apostólico de Su Santidad, Monseñor Fernando Cento, así como muchas autoridades civiles del país.
 
Luego en 1943, con motivo de la división de la Provincia Eclesiástica Peruana, se eleva al Obispado de Arequipa a la categoría de Arzobispado, siendo el primer arzobispo Monseñor Mariano Holguín. En mayo de 1948 viene a Arequipa, el entonces Presidente de la República el arequipeño Dr. José Luis Bustamante y Rivero, para coronar a la Virgen de la Candelaria de Cayma e inaugurar la avenida Cayma.
 
En 1983, con motivo de la sequía que asolaba Arequipa y sus alrededores, el arzobispo Monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio, S. J., determinó traer en peregrinación a la Patrona de la Ciudad, la milagrosa imagen de la Virgen de Chapi, la cual fue recibiendo honores por los pueblos por los que pasó la venerada imagen. La ciudad de Arequipa congregó una multitud inmensa, como jamás se había visto en su historia, una muchedumbre que colmaba la plaza y las dos cuadras de cada una de las calles adyacentes, calculándose que hubo una asistencia de 250 a 300 mil personas. La Virgen entró y reposó en la Basílica Catedral de Arequipa, que la recibió con el tañido de su gran campana, la Monteruda, acompañada de las demás campanas de las iglesias echadas al vuelo en toda la ciudad. Por once días recibió la visita de los fieles arequipeños, y luego regresó a su Santuario de Chapi. Y al día siguiente se produjo la esperada lluvia .
 
El 2 de febrero de 1985 la ciudad recibió la visita más importante que ha tenido en toda su historia, la visita del Papa apóstol y peregrino, San Juan Pablo II, quien vino especialmente a coronar la venerada imagen de la Virgen de Chapi y a la vez declaró como beata a la Reverenda Madre Sor Ana de los Ángeles Monteagudo, dominica del Convento de Santa Catalina, quien vivió en el siglo XVII.
 
En noviembre de 1990 se realiza el I Congreso Peruano de Historia Eclesiástica, concurriendo a dicho acto, connotadas autoridades religiosas extranjeras y nacionales, así como distinguidos profesionales de diferentes campos del saber: Historia, Filosofía, Educación, Derecho, etc.
 
La presencia de la Iglesia Católica ha sido un factor muy importante en la vida de toda la región de Arequipa y del Perú. Fue muy valiosa la presencia de ilustres religiosos como Mariano José de Arce y Juan Pablo Vizcardo y Guzmán en la época de la Independencia del Perú. Luego hizo presencia muy importante Javier de Luna Pizarro, en el Congreso de la República. Ilustres Obispos de Arequipa como Monseñor Chávez de la Rosa y el generoso obispo Monseñor José Sebastián de Goyeneche y Barreda quien con sus fondos propios y los de su familia pudo arreglar y levantar de nuevo los escombros de la Catedral, luego del incendio que sufriera en diciembre de 1844. Monseñor Goyeneche fue quien garantizó la estabilidad de la Iglesia en el Perú en los conturbados años de la independencia.
 
Juan Gualberto Valdivia Cornejo es otra figura importante en la historia religiosa y política de la región en el siglo XIX. Cabe resaltar la labor historiográfica de los sacerdotes Santiago y Gregorio Martínez y también la figura preclara del P. Víctor M. Barriga, de la Orden de la Merced, por quienes conocemos hoy mucho de la historia eclesiástica arequipeña. El arequipeño arzobispo Juan Gualberto Valdivia fue nombrado primer cardenal del Perú en el siglo XX, siendo luego acompañado también por otro franciscano y arequipeño ilustre el Cardenal Juan Landázuri Ricketts.
 
En la política peruana también hubo una presencia de la Iglesia Católica arequipeña, fugaz, pero importante, con la presencia de Monseñor Mariano Holguín cuando por unas horas y por motivos muy graves para la nación, tuvo que actuar como Presidente del Perú. La Iglesia ha tenido también en el Seminario de San Jerónimo y en el Cabildo Metropolitano de la ciudad, dos instituciones importantes que han ido dejando huella. La primera en el campo de la formación religiosa diocesana y la segunda en la acción administrativa y de manejo y cuidado de la Catedral de Arequipa y de su documentación archivística.
 
Más de cuatrocientos años han marcado una huella en el devenir del tiempo con la presencia de la Iglesia Católica, representada por sus obispos, arzobispos, sacerdotes y religiosos, hombres y mujeres, así como muchos laicos comprometidos con su fe cristiana y católica quienes han mantenido y prolongado un espíritu religioso muy propio de nuestra región, luchando con la carencia de medios, contra la naturaleza que golpeó duramente con siniestros naturales propios de la región de Arequipa, que no faltaron a través de su historia, pero que fortificaron su espíritu al levantarse luego los diversos templos, conventos y monasterios que son hoy parte de la riqueza del patrimonio histórico nacional y que han devenido en poderosas herramientas en el desarrollo de la cultura y de la economía en la región y de la nación.  Por ejemplo, tanto  en nuestra ciudad como en la zona del Cañón del Colca, es la actividad turística que genera fuentes de trabajo,  así como también son esos lugares fuente de irradiación de nuestra fe que se hizo cultura desde el inicio de la primera evangelización.
 
Arequipa fue considerada como la Parroquia del “Señor de San Pedro”, hasta el año de 1576, año en que el rey Felipe II, por petición expresa del obispo del Cuzco, fray Juan Solano, suplicó a Su Santidad se dignase erigir la diócesis de Arequipa bajo la advocación de la Virgen de la Asunta. El 16 de abril de 1577, el Papa Gregorio XIII expidió la bula “Apostolatus officium”, creando la diócesis y como obispo al R.P. Fray Antonio de Hervías, O.P. No obstante, el sucesor de Solano, el obispo Sebastián de Lartaún se opuso radicalmente a la desmembración de la diócesis declarando nulos tanto la creación de la diócesis como la designación de su obispo. Será don Antonio de la Raya quien a fines del siglo XVI renovará la petición de Solano. En 1609, Paulo V autorizó la erección de esta diócesis y su demarcación. En 1614, el virrey Montesclaros fijó el deslinde y límites de las diócesis desprendidas del Cusco. En 1943, es elevada a Sede Arzobispal por Pío XII, asignándole como sufragánea la diócesis de Puno. En 1945 se vinculó la diócesis de Tacna; en 1957, las prelaturas de Juli y Caravelí; en 1959 de la Ayaviri y en 1962 la de Chuquibamba. La patrona de la arquidiócesis es la Virgen de la Asunta, cuya festividad se celebra con mucha devoción y piedad el 15 de agosto de todos los años.